“Escribir es una forma de terapia. A veces me pregunto cómo se las arreglan los que no escriben, los que no componen música o pintan, para escapar de la locura, de la melancolía, del terror pánico inherente a la condición humana”

~Graham Greene.

jueves, 22 de septiembre de 2011

I just wanna make this right

-¿Me odiás?
-A veces.
-¿Por qué?
-Porque me acuerdo de vos muchas más veces de las que me gustaría, los momentos en los que no te pienso son escasos. Porque no puedo terminar de llorarte, es como si mi cabeza y mi corazón se negaran a dejarme para no tener que soltarte, porque sigo teniendo la estúpida idea de que vas a jugártela, vas a decirme que me querés y no te vas a ir nunca más. Porque te di mucho más de lo que jamás pensé; hiciste de mi cabeza, de mi razón, un desastre: me subiste, me bajaste, y terminaste por romperme en pedacitos. Porque pensás que con un par de palabras los sentimientos destruídos se recomponen y que voy a caer otra vez. Quiero hacerlo, quiero caer, con vos, pero no quiero que vuelvas a lastimarme. Porque cuando estaba con vos, no me importaba nadie más. Porque amaba tu risa, y tus ojos, tu pelo, tu cuello, tus manos, tu boca. Para mí todo en vos era perfecto, aunque sabía que no lo eras. En tu imperfección, eras perfecto para mí. Porque no sé cómo hiciste, pero me cegaste. Porque no quiero estar otros seis meses sin hablarte, aunque sepa que es lo mejor, no me imagino no escucharte. Porque cada momento que pasé con vos fue hermoso, y no quiero que se termine, aunque eso es lo que debería querer, sé perfectamente que es lo mejor. Intento odiarte por tu inmadurez, tu idiotez, y a veces lo logro. Pero me dura poco, vuelvo a acordarme de tu voz, y de lo mucho que me gustaba sorprenderte. Te odio porque agarro el celular esperando un mensaje tuyo, diciéndome cosas que en realidad ya no tenían sentido, cosas a las que iba a darles una y mil vueltas, confundiéndome más. Porque me acuerdo del último beso, de la forma en la que me mirabas, en la que me sonreías, y todo parecía tan real, tan auténtico, que te creí completamente; me hacés preguntarme en qué punto no noté tu mentira, en qué punto debí haber sabido parar. Intento odiarte, porque sé que no me hacés bien, pero no puedo evitar extrañarte, aunque esté rota. Quiero poder convencer a mis sentimientos de que es mejor así, pero son más tercos que una mula y siguen reteniéndote, recordándote, esperándote.

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